Capucana, cachaça más allá de la caipirinha
La caipirinha es, sin duda, uno de los cócteles más populares de la actualidad. Ahora bien, ¿hasta que punto beneficia la fama de este brebaje a la difusión de su principal ingrediente, la cachaça?
A ciencia cierta, la mayor parte de las caipirinhas que se preparan en el ancho mundo están elaboradas con cachaças de pésima calidad: son un billete seguro a una tremenda resaca. En consecuencia, mucha gente achaca genéricamente al aguardiente brasileño sus males del día siguiente, sin mirar la marca. Por tanto, no está claro que el globalizado cóctel aporte prestigio a la cachaça: más bien es al contrario.
Por eso no es de extrañar descubrir una cachaça de gran calidad, como la flamante Capucana, que se presenta en el mercado desmarcándose de la sombra de la caipirinha, ofreciéndose para otros usos y costumbres.
Capucana es, a ciencia cierta, un excelente destilado: la caña de azúcar con la que se elabora se recoge en tres fincas de la región de Piracicaba, cada una de ellas con un terroir diferenciado. ¿Una cachaça con terroir? ¿Por qué no?
Además, Capucana está destilada con un alto criterio cualitativo y culmina su elaboración pasando por barricas de bourbon que han hecho una escala en la isla escocesa de Islay antes de llegar a Brasil.
Por fin, la presentación de la botella es exquisita, coronada por un enorme tapón de madera. Un detalle más para engancharse a esta cachaça que invita a probar suerte con otros cócteles –agua de coco, martini de rambután, caipirinha de pitahaya roja…– e incluso degustarla sola, en chupitos. Como un buen ron, que al fin y al cabo está elaborado con la misma materia prima.