Crusoe Treasure Passion 2011, el tinto que vino del mar
Tras sorprender al mundo con Crusoe Treasure Classic, el primer tinto de origen riojano añejado bajo las aguas del Cantábrico, el Laboratorio Submarino de Envejecimiento de Bebidas Plentzia se saca de la chistera otro vino insólito, igualmente tinto, aunque presuntamente elaborado en la Ribera del Duero a partir de la uva que reina en aquellos pagos, la tinta del país.
Como su hermano mayor, Crusoe Treasure Passion –que así se llama la novedad– sustenta su singularidad en un inédito proceso de crianza submarina: tras la maduración en barricas, en tierra firme, durante seis meses, el vino se embotella y se sumerge en jaulones, en los módulos de envejecimiento y control (MEC) que los responsables de este innovador proyecto poseen bajo las aguas de la bahía de Plentzia (Vizcaya) a 20 metros de profundidad.
Una vez allí, un equipo de biólogos certifica la colocación correcta de las botellas, conviviendo con la fauna marina que reside en el arrecife artificial diseñado con este fin.
Para asegurar que todo va bien, sensores y cámaras monitorizan la instalación durante todo el año (hay que tener en cuenta que esta parte del litoral, son habituales los temporales, con olas que superan los 12 metros de altura).
Obsesionados con controlar cada detalle e con una intransigente vocación científica, los responsables de Crusoe Treasure no dejan nada al azar: verifican permanentemente la intensidad de la luz, presión y ciclos de las corrientes, además de la biodiversidad del entorno subacuático.
¿Y para qué tanto cuidado? se preguntará el lector. ¿Qué sentido tiene meter una botella de vino en el mar? Pues bien, aunque no existen argumentos fehacientes que den sentido a tamaña empresa, lo cierto es que las condiciones que se dan en el lecho marino influyen decisivamente en la evolución del vino.
De allí que, tras un año de siesta en el fondo del mar, este noble Passion luzca una madurez que ya querrían para sí muchos riberas de su camada. Es evidente que bajo el agua la crianza se ha acelerado, multiplicando por 6 o 7 la evolución que el vino hubiera tenido en una bodega de las de toda la vida. Y no sólo eso: el perfil fino, equilibrado y amable de este tinto da fe de que el añejamiento ha resultado armónico, sin que el vino sufriera agresión alguna.
Dada la calidad que ostentan los vinos robinsones de Plentzia –y alguno más que hemos catado recientemente– habrá que tomarse en serio la excéntrica ocurrencia de los enólogos con querencia submarina, como Antonio Palacios, asesor técnico de Crusoe Treasure.
Sólo falta que ahora surjan los buzos-sumilleres. Y que la economía nos sonría, ya que el revolucionario proceso antes detallado resulta carísimo. Lo cual repercute, qué remedio, en estos deliciosos vinos que emergen del mar.
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