Plénitude 2 1998: Dom Pérignon se reinventa
Hay vinos tan monumentales que exigen una reverencia. Es el caso de Dom Pérignon, la cuvée de prestige de Champagne por antonomasia, que creó la casa Moët et Chandon para dar rienda suelta al concepto más extremista de la excelencia: en Dom P. sólo valen las añadas excelsas, los racimos más perfectos de chardonnay y pinot noir cosechados en los crus más privilegiados, el assemblage más preciso… y por supuesto también el arte de venderlo y servirlo como se merece.
Ahora bien: quien suponga que una marca como Dom Pérignon es tan perfecta que impide cualquier intromisión en su inmaculado concepto, está equivocado.
Tal es así que los responsables del suntuoso champagne acaban de dar otra vuelta de tuerca para demostrar que la senda de la excelencia siempre encuentra nuevos caminos. Para ello han modificado sutilmente la presentación de sus espumosos más longevos, con un idea tan brillante como probablemente difícil de asimilar por los menos duchos en Champagne.
Aún considerando este inconveniente, el equipo comandado por Richard Geoffroy –chef de cave de Dom P., amén de uno de los mejores comunicadores y promotores del champagne que han pisado este sufrido planeta– han decidido tirarse a la piscina para enterrar el nombre de la colección Oenotheque, que identificaba hasta hoy a las cuvées más ancianas de la casa, para englobar todos los domperignones posibles en tres grupos: primera, segunda y tercera plenitud.
Intentaré explicarlo de la manera más sencilla, aunque no estoy seguro de poder conseguirlo. Como casa señera en la elaboración de espumosos de la más alta calidad, Dom P. atiende, analiza y experimenta con el potencial de envejecimiento de sus champagnes, sobre todo durante el período que estos enriquecen su compleja expresión criándose en la lúgubre soledad de las cavas de la marca., siempre en rima, sin salir de la botella y beneficiándose la presencia de las levaduras.
Con la marca Oenotheque, Dom Pérignon demostró que los champagnes que produce no sólo presentan un excelente estado de forma cuando acaban de salir al mercado: si reposan unos años más en botella –12, 14, 15 años o más– siguen manteniendo una encomiable frescura, a la vez que ganan en riqueza expresiva.
Esta singularidad es lo que a la postre ha llevado a los responsables de Dom P. a reestructurar su gama identificando en su champagne tres "plenitudes". La primera es la que presenta este excelso espumoso cuando debuta en el mercado, tras casi diez años de añejamiento en rimas. El primer P1 de la casa es, pues, la última añada de este champagne que ha llegado a las manos de sus fans : 2004.
La deuxième plénitude – o 2P, más sencillo– es la que presentó hace unos días en Madrid Vincent Chaperon, enólogo de la maison: un champagne de la añada 1998, que saca partido de la compleja expresión de Dom Pérignon tras 16 años de crianza en botella. Una maravilla.
Y el 3P, que esperamos tener la suerte de probar dentro de unos cuantos años, es la plenitud más perfecta: aquella que sólo alcanzan los mejores champagnes después de tres, cuatro o cinco décadas descansando en las cavas. Es decir, Dom P. en su estado más longevo, perfecto y admirable. Un clásico renovado.