Vile La Finca Albarín 2018, el blanco inesperado de la tierra de León
Hete aquí uno de los vinos blancos que mas nos han gustado en lo que va del año. Que tiene el mérito de elevar la uva albarín a una dimensión desconocida. Porque esta humilde variedad, típica de León y que también se da en los escasos viñedos asturianos, es una singularidad entre los varietales autóctonos de la península Ibérica, que tiene la virtud de adaptarse bien a los climas fríos, pero que ha sufrido las consecuencias de ser originaria de regiones donde la viticultura ha ido en retroceso durante décadas.
Así, su cultivo pervivió de forma marginal, gracias a los vinos de uso doméstico, hasta que las bodegas leonesas de nuevo cuño le han otorgado un papel en blancos jóvenes sin mayor aspiración que el chateo de barra.
De allí que su expresión resulte en la mayor parte de los casos un tanto inocua, tímidamente frutal, con algún matiz floral… y poco más. A no ser que el enólogo de turno recurra a la magia química de las levaduras seleccionadas, introduciendo aromas artificiales para seducir a pituitarias incautas y poder competir así con los albariños y verdejos que triunfan por doquier.
Aún con ese desliz enológico, los blancos leoneses de albarín han limitado hasta hoy su consumo al mercado local, sin aspirar a mucho más.
Don Suero. El antecedente
Pero cuando hay ambición, planificación, una amplia cultura vinícola y buen entendimiento del los rasgos diferenciales de un terruño singular, entonces las cosas pueden ser diferentes. Y entonces sí se puede aspirar a lo que sea. Sobre todo si no se esperan resultados inmediatos.
Así lo está haciendo Vile La Finca, que tiene el antecedente histórico de haber creado Don Suero, el primer tinto de reserva con la variedad autóctona señera de León, prieto picudo, hace ya más de medio siglo.
Hoy, con el joven empresario Antonio Vázquez Muñoz-Calero al frente, mucho ha cambiado en la finca de Bembibre para convertirla en una bodega modélica y un proyecto líder para la joven D.O. León.
Su nueva línea de vinos, que lleva el nombre de la bodega, señala hacia donde apuntan los objetivos de Vile La Finca, aunando innovación y creatividad con la puesta en valor de la materia prima local. Valga añadir que en este proyecto, además del propio Vázquez –que hace gala de una amplia cultura vinícola–, están involucrados el enólogo Iñaki Otegi –mentor de sidra Malus Mama y responsable de los vinos de Finca San Cobate en la Ribera del Duero, otra de las bodegas de Vázquez–, Ana Serrano –enóloga de Vile La Finca– y César Román, director comercial de la empresa con un brillante curriculum como sumiller en Francia y Bélgica (cuya fina pituitaria sin duda también contribuye a perfilar la calidad de estos vinos).
Una gama de tres vinos
Sería interesante catar a ciegas –incluso con narices expertas– el vino que destacamos en esta reseña, Vile La Finca Albarín 2018, porque serían muy pocos los que acertarían la variedad. Esas notas balsámicas, esa finura, amplitud, ecos sutiles de frutos secos, bendita salinidad, sobria opulencia y fabulosa integración con el roble (fermenta y se cría en barricas 16 meses, aunque son barricas usadas)… nadie diría que se trata de la sencilla albarín.
Y lo mejor es que es un blanco singular, delicioso para disfrutar ahora mismo, pero que también tiene potencial para evolucionar algunos años más en la botella.
Sus compañeros de gama son igualmente interesantes. Ambos sacan partido a la tinta autóctona de este terruño leonés, la prieto picudo. Con magnífico resultado.
Vale La Finca Rosado 2018 es francamente soberbio, especialmente cuando en este país son raros los vinos de esta tipología criados en barrica que salen al mercado dos años después de la vendimia. Y aún más en el caso de una variedad como la prieto picudo, que en este vino ofrece una expresión especiada, cítrica y compleja, ciertamente exótica.
También se desmarca de los tintos de su región Vale La Finca Tinto 2016, criado en barricas usadas como los dos anteriores para extraer el carácter más auténtico de la prieto picudo: fruta negra, regaliz, especias dulces. Una interpretación purista y elegante de la uva emblemática del viñedo leonés.