Alberto González
La suya es una cocina de frontera, lógico porque su restaurnte Solabario está en la localidad de Tui, a escasos metros de Portugal. Pasión, fuerza, energía, alegría, orgullo del trabajo bien hecho es lo que trata de transmitir a través de cada uno de sus platos.
Discípulo de Pepe Solla, para él la cocina es un proyecto vital en el que se va aprendiendo día a día, según se hace el camino. La mejor forma de aprender, el restaurante. No es casualidad que lo haya llamado Silabario, nombre que recibían los cuadernos donde los niños comenzaban a juntar las sílabas antes de leer de corrido.
En el sustrato está Galicia, rural y marinera, pero vista con ojos nuevos, los de un joven que mira con ilusión y respeto y es capaz de descubrir lo que otros no alcanzan a adivinar si quiera. Pero rápidamente emergen otras realidades en forma de ingredientes novedosos o preparaciones innovadoras en las que se aplican técnicas contemporáneas que permiten medir con exactitud tiempos de cocción, el camino más directo para disfrutar el producto al máximo. En su carta se suceden los platos de temporada compuestos por escasos elementos en los que danzan a su antojo merluzas, vieras, grelos, bacalao, carne de vaca… la borona se codea con la pasta cataifi y la vainilla acompaña dulcemente a la manzana. Cocina integradora que nace en la tierra y se abre al mundo, sin importarle cruzar su frontera inmediata, la de Portugal.
Como el resto de los jóvenes cocineros gallegos con inquietudes, también pertenece al grupo Nove Galicia.