Homenaje a las pioneras de la gastronomía ibicenca
“En la cocina no hay género, pero las mujeres tenemos otra forma de organizar, una sensibilidad propia”, así lo afirman Lina Prats (Es Rebost De Can Prats), Catalina Riera (Ca N’alfredo) y María Marí (Ca Na Ribes), las protagonistas del homenaje a las pioneras de la gastronomía ibicenca que tuvo lugar este lunes en el marco del III Foro de Gastronomía del Mediterráneo, celebrado en el Club Nàutic de Sant Antoni de Portmany.
Crecieron en tiempos de posguerra, cuando el flaó solo se disfrutaba en pascua y la legumbre reinaba en la dieta diaria, cuando todavía no existían las neveras y la isla recibía veraneantes, no turistas. Las tres presumen con coquetería y orgullo de que no se les cortara una salsa de Nadal en sus más de cuarenta años como cocineras. ¿Su inefable secreto? La constante tutela. Han removido tantas ollas y machacado tantos morteros, que incluso Catalina fue intervenida de ligamentos. Sus brazos recios desembocan en manos ajadas por cuchillos patateros, pero ni siquiera las huellas de tantas batallas borran su tacto, tan solícito como delicado.
Consideran unánimes que la cocina pitiusa ha sido siempre cocina de supervivencia y subrayan que en tiempos pretéritos lo que obstaculizó el hambre fue la autogestión del territorio, lo cual incluía el conocimiento culinario transmitido generación tras generación por las matriarcas del hogar. También en Ibiza, la tradición oral funcionó como salvaguarda de la riqueza, tangible e intangible, y fue cimiento del patrimonio cultural gastronómico. Hoy la sabiduría de Lina, Catalina y María es celebrada por sus primogénitos y empleados, pero también por otros cocineros —“sus niños”, matizan— aquellos y aquellas que recopilan el corpus de la isla gracias a las enseñanzas y cursos de estas y otras pioneras, los mismos que son regañados si confunden bullit con guisat, los mismos que serán recordados por exportar con orgullo la culinaria de la isla.
Las tres damas confiesan la desbordante alegría con la que recibieron la noticia del homenaje, pero no se acoquinan en aceptarlo con orgullo y amor propio: “porque nos hemos pasado la vida defendiendo nuestra cultura”. Para ellas ha sido un camino tan sacrificado como agradecido, porque la satisfacción del comensal ha compensado los interminables horarios, aunque se vivieran las fiestas desde las trincheras de los fogones y a pesar de las vacaciones escasas y a contracorriente. Lina Prats, Catalina Riera y María Marí concluyen: “hemos sido muy felices haciendo a nuestros clientes felices”.