Ocupa una esquina del mercado de Santa Catalina en Palma de Mallorca.

Desde hace 48 años sirve recetas mallorquinas de rango popular. Todas sabrosas y a precios moderados. Un lugar muy concurrido donde acuden profesionales del oficio y clientes de todas las procedencias a desayunar, almorzar o comer.
 
Da lo mismo probar las cocas dulces de albaricoques confitados, que las saladas de recapte o espinacas. Son suculentas las berenjenas rellenas, las albóndigas de cerdo y ternera, el frito de verduras mallorquín, el bacalao con alioli gratinado, el frito de sepia, los calamares rebozados, los callos o las manitas de cerdo guisadas. 
 
 
La pregunta que se hacen todos sus clientes, incluidos numerosos extranjeros, es cómo esta familia puede cocinar tan bien. “Empezamos a trabajar a las 5 de la mañana, preparando tapas, pastas y cocas”, asegura Pedro Frau, cara visible del negocio. “Somos cinco. En la cocina mi hermano Gabriel Frau, junto a mi cuñado Mario Guerra. Elaboramos recetas de mi abuela y de mi madre María Bauzá. Nos ayudan nuestras mujeres, Juana y Mar. Todo queda en familia”.
¿Mesas? Las únicas disponibles, minúsculas, se encuentran detrás del mostrador. Delante frente a la barra una fila de clientes de pie como en un bar cualquiera y detrás otra de mesitas situadas tras la barra no lejos del fregadero, junto a la pared. Sorprendente e imprescindible la visita a Joan Frau.
 
   

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