Terrazas frescas y divertidas para el verano de Madrid
Las bicicletas son para el verano ¿O no? Pues tal vez no, porque a 40 grados a la sombra, lo último que te apetece es ponerte a pedalear (y mucho menos sin motor). Las que sí son para el verano son las terrazas de Madrid, porque más que pedalear lo que te pide el cuerpo mediado julio de 2016 es coger un pedal para que el tiempo pase deprisa hasta que llegue el momento de irse de vacaciones.
Terrazas tenemos en Madrid para todos los gustos y colores. En jardines, entre jardineras (que no es lo mismo), en azoteas, en patios de vecinos, en estrechas bocacalles, junto al río… Empezamos por el Urban (siempre especial), seguimos por el Me (ambientadísima), y continuamos por Las Letras… ¿Y después qué? Después, todas las demás, algunas a estrenar. Para tapear, cenar o tomarte una copa ¿Te vienes conmigo?
Calle Imperial, 9, 5ª Planta (Metro Tirso de Molina o Sol)
Es la más madrileña de todas las terrazas de Madrid (y de alrededores). Lo es en cuanto a concepto, y no solo porque está en el mismito centro, al lado del Oso y el Madroño o la Plaza Mayor, sino porque tiene ese toque chulesco (si conocierais a Poncho, uno de sus dueños, lo entenderíais) tan nuestro y de espíritu de anuncio de IKEA, de apañarte con lo que tienes y convertir un desierto en un verdadero vergel; en una fiesta, con su noria de agua, su guirnalda de lucecitas y sus guiris sonrientes. Ellos aseguran que se trata de “la mejor terraza en la capital más soleada de Europa” (y con ello le hacen un corte de manga a quien quiera darse por aludido). Es mucho decir, pero la verdad es que las vistas, muy de villa, muy de Bajarse al moro y muy de tejados naranjas y con alguna que otra iglesia latinera, son entrañables, y el ambiente informal y desenfadado. De picoteo y para compartir, la comida está razonablemente rica y las copas se pagan a precios terrestres. Para combatir el calor tienen ventiladores, solarium y una especie de invernadero. ¿Lo malo? Lo malo, lo mismo que en todas las demás, que cuesta encontrar sitio.
Hortaleza, 87. Jardín
Está semiescondida a pesar de encontrarse en una de las plazas más concurridas de Madrid, la de Santa Bárbara (más conocida como Alonso Martínez), pero aún así a pocos se les escapa este cañón. Haz la prueba, intenta venir un viernes sin reserva y verás la peineta que te autohaces. Y es que es poco local para tanta buena idea y tan buena comida, exclusivamente lo que da de sí un palacete y su jardincito, reconvertido en una terraza preciosa con barra y mesas. La oferta es completa y de mucha calidad. Dificil de encontrar. Además de las tapas de El Viajero, La Cabra y Tandem, que se sirven a diario, Club Allard, Punto MX y Triciclo organizan allí cenas en días concretos (hay que reservar en la web), basadas en las obras de los correspondientes artistas que exponen en el palacio de Santa bárbara: María Platero, Julia Llerena, el colectivo PLAYdramaturgia y Françoise Vanneraud. El personal es encantador. Un consejo: intenta ir entre semana o al mediodía y no te pierdas el brunch de fin de semana, servido y diseñado por La Cabra (de 12:00 a 16:00h, con reserva). ¡Ah y para beber una Mahou bien fresquita, claro!
Marqués de Valdeiglesias, 1. Azotea.
Nos gustaba ya cuando era el antiguo hotel Ada pero -estamos de acuerdo todos- le hacía falta una puesta al día más que a Cristiano Ronaldo una cura de humildad. Dígamoslo de otra forma, estaba infrautilizada. Pero ahora, desde que se ha inaugurado el nuevo hotel boutique The Principal es un Design Hotel y Ramón Freixa está al mando de su cocina, ha subido enteros. Y es que hay muy pocas terrazas en Madrid con una vista tan bonita y tan personal. Desde ella podrás ver el edificio del Círculo de Bellas Artes, Colón y casi casi hablarle al oído a la victoria alada del edificio Metrópolis, y además todo con un rollo muy mediterráneo, sillones rojos, olivos, tumbonas bajo parasoles…como de anuncio de Martini, entre olivos y gárgolas que te harán sentir en Capri. El segundo mejor plan es ir por la tarde y cenar “al fresco” su menú cerrado (dos platos, postre y agua: 35 euros); el mejor tomar, un long drink clásico o una copita de champán después de haberlo en hecho en Ático. La ocasión lo merece.
Alcalá, 42. Azotea.
Sus vistas no tienen precio. O sí, porque de todas las terrazas que incluimos en este listado es la única en la que cobran entrada por subir. Es lógico, porque eran muchos los que venían a chismorrear sin consumir. También es lógico, porque la consumición de la azotea del Círculo de Bellas Artes de Madrid está a precio de azotea del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Porque ella lo vale. De hecho son, sin duda, las más completas de la capital: 360 grados desde la Sierra de Guadarrama al Cerro de los Ángeles, en el horizonte, y la escultura de Minerva que corona la torre en primer plano. Perfecta para ver el atardecer, gin tonic en mano.
Marta, Cariño! by Sturios.
Marqués de Casa Riera, 1. Jadín.
Es una de las novedades, justo enfrente de la anterior, y aunque a ras de suelo, esta terraza es de muy altos vuelos. Al menos su clientela. Aquí viene mucho del faranduleo, del postureo y del (con perdón) ‘mariconeo’ madrileño (es gayfriendly) y es que la cosa lo merece: una terraza, unos jardines y un palacio en una misma frase es mucho decir. Se puede cenar en el restaurante Sturios (cocina vintage con el caviar y el champán como ejes temáticos) y luego tomarse una copa con musiquita de DJ en directo. Es un espacio divertido y que según sus propietarios intenta evocar a el espíritu noventero de la movida madrileña. La carta está orquestada alrededor de todo tipo de propuestas veraniegas, ya sea un clásico en versión renovada, como la reinterpretación del bocata de calamares, o, algo más exótico, como los mejillones en escabeche Cooper o el Helado de Ají Amarillo. También tienen menú degustación.
Barceló, 6. Azotea.
Recién salidita del horno, apenas son unos días los que lleva abierta esta terraza. Se encuentra encima del mercado de Barceló, compartiendo espacio con Forus, el nuevo gimnasio del barrio. Sillas de forja de colores, puffs en el suelo, plantas, madera…todo sencillo y agradable, en consonancia con la oferta e su carta, que se define como “fast healthy good food” (vamos lo que es “el bueno, bonito y barato” de toda la vida, pero en versión cool). En ella encontramos desde aperitivos con dips con pan naam con hummus de remolacha o pico de gallo, sopas frías (coco y espárrago o tomate amarillo de rama) y ensaladas poco convencionales como la de tomate preparado, alcaparrón, cebolleta y ventresca o Mini Kumato y stracciatella con pesto de kale y tomate seco…También para vegetarianos y celíacos. Para beber, como era de prever, además de cervezas y vinos; tés, infusiones, smoothies y frappés. Para no sentirte culpable después de dejarte la vida en la elíptica.
Imagén http://madriddiferente.com/
La Palma, 10. Azotea
Malasañera y por los aires (como su propio nombre). Hasta ahora no se había visto nada similar. Pues ya está aquí, porque Malasaña ya no es (solo) aquel barrio de garitos alternativos y plazas abarrotadas. El Parq corona lo que es en sí todo el concepto de El Paracaidista, en un antiguo palacio rehabilitado en el que se junta un poco de todo en cada una de sus plantas: tiendas de tendencia, gourmet, libros, gadgets, movie club, cafetería nórdica, bar de cócteles cubanos….
El restaurante es sencillo, muy europeo, con mesas corridas sobre césped artificial y servicio informal para picar algo (siempre que las exigencias culinarias no sean muy elevadas). El menú está integrado por entrantes, como tablas de quesos, rilletes o ensaladas y platos principales como hamburguesas, alguna pasta o pollo teriyaki con arroz. Es verdad que promete más de lo que es, pero ya se sabe, Malasaña se cotiza al alza (y nunca mejor dicho).
Museo Reina Sofía (Se entra por una entrada contigua a la entrada principal del museo) Jadín.
Nos encanta la sede del Retiro, porque daba igual lo que pidieras que siempre estaba rico. Pero ahora estos chicos no se contentan con tener una taberna junto al parque más bonito de la capital, sino que tienen otra en uno de sus principales museos. Surge la magia y lo gourmet se funde perfectamente con lo cultureta y así Reina Sofía y Arzábal viven un apasionado idilio en el corazón de Atocha. Una pareja de contrastes, que sin embargo, convence y se da cita en un espacio sencillo y contemporáneo, muy agradable.
En su menú, seguimos con viejos conocidos como sus pizarras, laterío supergourmet (de la mano de Frinsa, José Peña o Ramón Franco) y jamón ibérico, además de algún picoteo como las piparras fritas y las famosas croquetas (de boletus o jamón, pero siempre de masa líquida y suave). La novedad es una estupenda parrilla de la que salen verdiras, pescados y carnes a la brasa. Tranquilos!!! La carta de vinos y champanes continúa también ofreciendo la misma cantidad y calidad que en Doctor Castelo.
Gran Vía, 10. Azotea.
Colorida, fresquita, verbenera…. Así es la terraza THE MINT Roof, otra de las azoteas de Gran Vía que tiene una oferta muy diferenciada. Primero porque en cuanto entras al lobby del hotel (por cierto, como una barra de bar) ya huele a menta para empezar a ambientar; segundo por su decoración, que deja atrás los blancos y el diseño y apuesta por un aire más naif; rayas y flores en tonos azules, tercero por su foodtruck, que sirve platos streetfood (gyozas, dim sum, croquetas, nachos..) y sus propuesta de el “tardeo”: cóctel THE MINT y “tapa del día” mientras se espera a que caiga el sol.