Belmond: hoteles icónicos y buena gastronomía
La cadena de hoteles, cruceros y trenes más lujosa del mundo, apuesta fuerte por la gastronomía. Estos cinco hoteles italianos son un ejemplo.
Si se está planeando una escapada a todo trapo -en otoño o en primavera, mejor que en verano- Italia puede ser un destino perfecto. Sobre todo si la gastronomía es parte del plan. Para saborear Italia desde el lujo más exquisito, la palabra mágica es Belmond: hoteles icónicos y buena cocina. El grupo LVMH -el emporio de lujo más poderoso del mundo- no hace nada a medias, al contrario, todo es a lo grande. No solo se trata de hoteles maravillosos, con espléndidas «habitaciones con vistas» sino que los aliñan con estupendos restaurantes. Te proponemos un pequeño «giro de Italia» alojándote en edificios históricos y descubriendo las cocina locales de la mano de excelentes cocineros.
1.- Splendido Mare (Portofino)
Si alguna vez fue un humilde refugio para los pescadores, no queda ni rastro… O tal vez sí, porque este glamuroso hotel con alma de casa de huéspedes sigue siendo acogedor y cercano. Colgado sobre las aguas turquesas de la Riviera italiana , el Splendido Mare es un lugar elegante y relajado para disfrutar del mar y sus frutos con una buena copa de prosecco en la mano. Sentarse en la terraza y contemplar absorto el paisaje, las barcas que vienen y van, el sol que se pone, es un verdadero placer. También lo es caminar por las calles de adoquines -como hicieran Guy de Maupassant o Nitzche- que convergen en la Piazzeta, la pequeña plaza empedrada que acaba en el mar. Sus edificios de colores, repletos de restaurantes y butiques de lujo son el decorado ideal para unas vacaciones «a la italiana». Desde allí se puede subir hasta el castello Brown para ver el mar de Liguria, ese mar de fondos rocosos y aguas cristalinas en las que se refleja una vegetación desbordante, salpicada de palacios. Según Plinio el viejo, en tiempo de los romanos Portofino se llamó Porto delphinis, quién sabe si porque la tranquila ensenada era punto de reunión de los mamíferos marinos. Hoy ya no es fácil verlos, pero Portofino sigue siendo un escenario de cine donde es fácil sentirse especial.
Descubierto para el turismo en 1950, Portofino no ha perdido un ápice de su encanto. Cierto que ya no se alojan en el Splendido ni Sofía Loren ni Hemingway, pero tampoco los necesitamos para disfrutar de las coloridas suites del hotel, cada una decorada de manera diferente. Paseando por los pasillos descubrirás los peculiares huéspedes que se alojaron en el hotel. A la hora de comer es imprescindible es probar una buena pasta con pesto. El pesto es la salsa más famosa de la región de Liguria, un majado de ajo, albahaca y piñones, al que se añade aceite de oliva virgen extra y queso. La tradición manda que sea pecorino. La pasta más apropiada para el pesto son le trofie, unos cilindros de pasta retorcidos. Pero también son famosas las cazuelas de marisco y pescado como las que sirven en el DavMare, con maravillosas vistas al puerto. Al atardecer se impone un helado de la Gelateria San Giorgio.
2.- Villa San Michele (Florencia)
La vista de Florencia desde las colinas de Fiessole es impagable. La belleza de la ciudad se desparrama tus pies salpicada de cúpulas y campanarios cuando miras desde la ventana de la habitación, desde el jardín o desde la galería de la Logia en el hotel Villa San Michele. Y es en ese momento preciso, cuando se está poniendo el sol, cuando comprendes a Sthendal: «no se puede abarcar tanta belleza».
En este antiguo monasterio medieval, cuya fachada se atribuye a Miguel Ángel, el presente se mezcla con el Renacimiento en un continuo que apunta hacia la eternidad. Regresar tras la visita tumultuosa de Florencia, volver al refugio de las colinas es una necesidad, alejarse de las turbas y encontrar un lugar especial donde soñar, donde rememorar todo lo visto abajo: el ponte vecchio, la imponente cúpula de Santa María, la Galeria degli uffici, el David, la Piazza della Signoria… También aprovechar para darse un baño bajo el sol de la Toscana, leer, pasear por los jardines bajo el aroma de las buganvillas y los jazmines o dejar que la vista se pierda más allá de las colinas de Chianti, al otro lado de la ciudad. También para disfrutar de la insólita colección de arte contemporáneo que se dispersa por los salones del hotel.
Y por supuesto disfrutar de la buena mesa con especialidades florentinas -como la bisteca fiorentina- a la hora de la comida y creaciones del chef Alessandro Cozzolino en el menú degustación de la cena en La Loggia disfrutando de magníficas vistas sobre Florencia. Excepcional su versión de la capponatta. También el desayuno es un momento especial, siempre con la silueta de la grn cúpula en el horizonte.
3.- Hotel Cipriani (Venecia)
Para admirar Venecia hay que alejarse de Venecia. Eso se consigue alojándose en el mítico Cipriani, el hotel que presume de ser el más caro de Italia y el más exclusivo. Las suites del palazzo Vendramin (S. XV) no cuestan menos de 12.000 euros la noche, pero durante la Mostra o la Biennale se llenan. Mirar de frente el campanile de San Marcos tal vez lo vale. Situado en la isla de Giudecca, a cinco minutos en lancha privada desde la plaza de San Marcos, Cipriani es un reducto de calma en la vibrante Venecia. La sofisticada lancha de madera es un anticipo de lo que está por llegar: un mundo de lujo clásico difícil de olvidar. El hotel fue inaugurado en 1958 por Giuseppe Cipriani, fundador del famoso Harry’s Bar de Venecia. En 2014 fue adquirido por Belmond, compañía que trata perpetuar el arte de viajar ofreciendo a sus huéspedes emplazamientos únicos y un trato exquisito. Aquí la elegancia y la cortesía son la firma de la casa.
Después de soportar las hordas de turistas en los canales y los puentes, volver al Cipriani, es regresar a la paz. Nada mejor que un bellini en el bar para recobrar el pulso antes de cenar en el Cip’s Club, una terraza informal sobre la laguna con impresionantes vista de Venecia al anochecer. El lugar ideal para probar platos típicos venecianos como el hígado encebollado con polenta, el famoso carpaccio de vitelo o las especialidades de pasta con mariscos como los linguini con almejas.
Pero si queremos entrar en contacto con uno de los cocineros italianos con más profundidad y futuro hay que reservar mesa en Oro (1*). Son los dominio de Ricardo Canella. Alumno de Gualtiero Marchesi, Fabrizio Molteni y Massimiliano Alajmo, fue jefe de cocina de Noma durante siete años junto a René Redzepi. Su cocina, italiana pero muy original, ofrece platos muy llamativos como el aperitivo que emula un antifaz, y otros muy sólidos como el risotto al azafrán, homenaje al que hiciera el famoso Marchessi, su maestro. Verduras y pescados componen un recorrido sabroso por la gastronomía veneciana contemporánea de más rabiosa actualidad.
4.- Hotel Caruso (Amalfi)
Desde un acantilado a 305 m sobre el nivel del mar las cosas se ven de otra manera. Caruso es un balcón privado en la costa amalfitana. Un refugio de lujo colgado sobre las olas del mar Tirreno donde vivir una intensa pasión, no importa de qué tipo. Aquí todo se siente con más intensidad porque se tiene la sensación de estar en el borde, en el abismo.
La mezcla de clasicismo, elegancia y rusticidad de las habitaciones de este palacio del siglo XI procuran una serena sensación de bienestar, que se incrementará tras pasar por el spa al aire libre: masajes y tratamientos en el jardín bajo el sol mediterráneo. Los viejos pasillos de mármol conducen a habitaciones llenas de antigüedades y pinturas de maestros antiguos. Un mundo por descubrir en el interior, pero también fuera. Montaña abajo, más allá de los naranjos, los limoneros y las plantaciones de olivos, se encuentra Ravello, la fascinante ‘‘ciudad de la música’’. Para explorar este territorio al estilo italiano, hay que subirse a una Vespa y recorrer la ciudad entre cafés espressos y copas de aperol. La costa amalfitana fue declarada patrimonio de la humanidad en 1997. Se trata de un paraje natural de enorme belleza que ha estado poblado desde la Edad Media.
A la hora de comer, nada como hacerlo al aire libre en el restaurante Belvedere y saborear los platos del chef Armando Aristanco, aguerrido defensor de la dieta mediterránea y amante de la pasta qué tan bien se elabora en esta zona del Sur de Italia. No hay que dejar de probar cualquier receta de pasta con limón, el producto fetiche de la región, plato típico de Positano. Otra cosa que no hay que dejar de probar son las anchoas. Y si quieres aprender a hacer pasta también te enseñan, solo tienes que pedirlo. Si te gustan las emociones más fuertes, puedes embarcarte en el bote Ercole, para un crucero al atardecer o surcar los cielos en un helicóptero para ver Amlafi desde arriba.
5.- Gran Hotel Timeo (Taormina. Sicilia)
Qué mayor fascinación que alojarse a la sombra del Teatro Antico di Taormina, un antiguo teatro griego que aún sigue en pie y en activo después de 2000 años. El hotel Timeo está a sus pies, desde su jardines pueden verse las gradas. Y las noches que hay función, la música y los diálogos se escuchan mecidos por el viento. Fue el primer hotel construido en la ciudad -ahora cumple 150 años- y mira de frente al monte Etna. En sus entrañas está la esencia misma de Sicilia. La isla tiene mucho más que ofrecer que sus sorprendentes paisajes. Es una tierra fascinante llena de historia y mitos.
Por Taormina pasaron los nobles y reyes de Europa, escritores y filósofos como Goethe y Friedrich Nietzsche (quien escribió aquí Así habló Zaratustra), Wagner, el pintor Gustav Klim, o Freud… Después se convirtió en refugio de actores famosos como Greta Garbo, Ava Gardner o Richard Burton y Elizabeth Taylor, quienes protagonizaron aquí algunas de sus sondas broncas y reconciliaciones.
En el restaurante Timeo, al tiempo que miras al Etna y la bahía de Naxos, podrás descubrir la auténtica caponata siciliana, algo así como el pisto pero con mucha berenjena. También probar el delicioso atún siciliano y pastas con mariscos y pescados, además de vinos de la región. Ya para la cena, en una de las ocho mesas del restaurante Otto Geleng (1*) déjate seducir por los platos de cocina contemporánea del chef Roberto Toro. Sabores de siempre en vistosas composiciones elaboradas con productos de proximidad.
Si prefieres emular a los grandes literatos como D. H. Lawrence, Truman Capote o Tennesse Williams, tómate un cóctel como hacían ellos en la Terrazza Letteraria, antes de comenzar a escribir. Y si aún quieres más, súbete a un helicóptero y sobrevuela el Etna.