Mujeres que cuentan: cocineras andaluzas, mujeres con sol
Mujeres, cocineras, madres, empresarias… alguna es jefa de sala. Todas desarrollan su profesión en Andalucía y brillan por su talento. Se reunieron para reflexionar, cocinar juntas y pasarlo bien.
Mujeres con sol, en la gastronomía y en la vida. Mujeres con luz que iluminan su entorno. Cocineras andaluzas que están donde quieren estar. Profesionales resueltas que dirigen sus cocinas, sus negocios, sus vidas. Personas talentosas que se reunieron sonrientes para charlar y compartir, convocadas por Charo Carmona propietaria del restaurante Arte de Cozina (Antequera. Málaga). A ellas se sumó una argentina rubia y pizpireta: Pía Ninci, una de las mejores jefas de sala de España, copropietaria del restaurante Messina (Marbella). Y el encuentro fue un ir y venir de platos y cazuelas; de chascarrillos y reflexiones; de piropos y suspiros. Ilustramos el artículo con algunos platos del almuerzo.
¿Destacar importa?
¿Visibles, invisibles, invisibilizadas? ¿Libres, presas, víctimas, liberadas? ¿Con egos, sin ellos, despreocupadas? Si en algo están de acuerdo estas cocineras andaluzas es que sus prioridades son diferentes a las de los hombres, por cultura, por tradición, por lo que sea, pero es así. «Nunca ha sido mi objetivo destacar y lucirme, prefiero estar en mi cocina» explicaba Camila Ferraro, sevillana, única mujer con el premio Cocinero Revelación de Madrid Fusión, copropietaria junto a su pareja, el sumiller Robert Tetas, del restaurante Sobretablas (Sevilla). «Es más no me gusta -continuaba- pero tampoco me gusta ver que a otros se molestan cuando el foco deja de iluminarlos a ellos para centrarse mi. Creo que ese es el problema, que a veces no nos dejan».
«A las cocineras tampoco les gusta dedicar tiempo a la promoción» alertaba Yolanda Robles, cocinera y formadora del Master de Gastronomía de la Universidad de Granada. Tampoco les agrada la discriminación positiva que se hace con ellas en premios, listas, congresos, etc «muchas veces tienes la sensación que te llevan solo para cubrir una cuota, no por que les importe el trabajo que haces» explicaba Charo Carmona, anfitriona del acto. «Son otro techo de cristal» sentenció Celia Jiménez primera cocinera andaluza en conseguir una estrella en la guía Michelin cuando era jefa de cocina en el restaurante El Lago (Marbella). Hoy dirige el restaurante que lleva su nombre en Córdoba, y fue una de las cocineras andaluzas que participó en el acto.
«De lo que se trata es de hacer bien lo que quieres hacer. Hay quien pasa por todo con tal de estar siempre en el candelero. Yo me he dedicado a lo que creía que era importante, a lo que a mí me importaba, la cocina tradicional de mi tierra. Si se entiende bien y sino… No me obsesiona el éxito, me obsesionaba la cocina de verdad» aclaraba Charo Carmona.
«En general creo que destacar no está entre nuestros objetivos, y somos menos competitivas que la mayoría de los hombres. Somos más de colaborar, ayudarnos. Casi todas tenemos mujeres trabajando con nosotras desde hace muchos años. Vemos la cocina, y el mundo de otra forma» afirmó Celia Jiménez,
Elige: cocina o hijos
«Y cuando llegan los hijos, no estamos dispuestas a renunciar a criarlos, para nosotras la familia es prioritaria, al menos para las que estamos aquí. Si eres la dueña del restaurante es más fácil, como en mi caso, pero ¿si no? Cuando he sido madre me he dado cuenta de la enorme barrera que son los hijos para las que trabajamos en hostelería» recalcó Lola Marín propietaria del restaurante Damasqueros (Granada), una de las cocineras andaluzas invitadas.
«Como empresaria te lo piensas mucho antes de contratar a una mujer, sobre todo si está en edad de tener hijos. El embarazo, la lactancia… son barreras que están ahí. Por suerte las instituciones están ayudando, pero es muy complicado», opinó Pía Ninci, cuyo equipo de sala está formado sólo por mujeres. «No es una discriminación positiva -argumentó- es que me gusta así. Me gusta trabajar con mis chicas. Tengo derecho a elegir mi equipo, y las elijo a ellas. Somos el 50% de la población. Un señor se enfadó porque le rechacé para el puesto de trabajo. Si hubiera sido al revés, me habrían acusado de discriminación. Ya ven».
«Cuando algo nos sale mal
nosotras nos echamos a llorar, ellos se cagan en Dios,
pero al final lo arreglamos igual y eso es lo que importa»
Un mundo de hombres, salpicado de mujeres
Las mujeres son el 53% del personal de hostelería, pero muy pocas llegan a alcanzar puestos de responsabilidad. Al problema de la conciliación y las prioridades, se añade el de la formación. Hasta hace una década la presencia de mujeres en las aulas era minoritaria. De ahí que su presencia en foros y en congresos también lo sea: hay menos donde escoger. El talento no tiene género, pero cada vez que se habla de mujeres en gastronomía surge la polémica.
«Yo nunca me he sentido discriminada, pero es un mundo muy masculino. Es cierto que el ambiente que se vivía en las cocinas hace unos años no era el más agradable para una mujer. Yo se lo digo a mis compañeros: cocinaréis muy bien pero sois muy cafres. El nivel cultural de las cocinas es bajísimo» Lola Marín no tiene pelos en la lengua. «Para llegar a lo más alto en esta profesión hay que renunciar a muchas cosas y trabajar de una forma obsesiva. Yo después de ser madre he estado más de un año viviendo de las rentas, no tenía tiempo de pensar platos nuevos. Y no me importa», recalca Lola.
El restaurante como forma de vida
«A día de hoy mujeres y hombres nos medimos de igual a igual porque la formación que tenemos es la misma, pero las mujeres somos más organizada, más metódicas y parte del éxito de una cocina reside en eso, somos más ordenadas. Sin embargo, aunque tenemos más capacidad de sacrificio, siempre anteponemos los temas personales a la profesión. La familia tiene mucho peso para nosotras. La maternidad es una realidad que a las mujeres les cambia la vida, y lo digo yo que no soy madre» explica Celia Jiménez, otra de las cocineras andaluzas que participó en el acto.
«El mundo de la hostelería es muy complicado porque trabajamos con gente con poca formación, sin embargo yo soy feliz en este micromundo, no cambiaría por nada mi profesión. Yo me siento muy afortunada», afirma Lola Marín. «La conciliación pasa por las instituciones, no se puede dejar caer ese peso sobre los empresarios porque la hostelería no puede soportarlo. Hay que buscar fórmulas. Y también hay que saber renunciar porque para destacar en cualquier trabajo se necesita invertir mucho tiempo. Yo he aprendido a coger menos reservas si quiero ir a la fiesta del cole de mis hijos y mi marido que es el cocinero, viene conmigo, sin protestar (risas)», cuenta Pia Ninci.