Proteína vegetal: mitos y confusiones sobre la fiebre de su consumo
¿Es tan sano como pensamos todo aquello etiquetado de ‘plant-based’? ¿Son los procesados vegetales la mejor solución al consumo de proteína animal?
Que debemos consumir más proteína vegetal y menos animal se ha repetido tantas veces que, más allá de un reclamo nutricional o publicitario, debería ser algo interiorizado a nivel de mantra.
Razones medioambientales, nutricionales, éticas y de sostenibilidad alimentaria lo avalan. A nivel documental nadie puede hoy ya dudar de la idoneidad de priorizar el consumo de alimentos de origen vegetal, frente a los de origen animal.
Sin embargo, lo que sí puede llegar a generar dudas, y de cierto peso, es de cómo hacerlo, discernir entre mitos y realidades, entre eslóganes y evidencias, y, en definitiva, saber qué alimentos elegir para comer de manera realmente saludable, equilibrada y si ya fuera posible, divertida y sabrosa.
Evidencia científica indiscutible
De manera continua se publican estudios que avalan la recomendación de aumentar de manera exponencial la cantidad de proteína vegetal en nuestra dieta. Hay entidades además como ProVeg cuyo principal cometido es concienciar a la población de la necesidad de que nuestra alimentación sea cada vez más plant-based.
Pero no son los únicos: La Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) recomienda un consumo de carne roja de 3 a 4 raciones semanales (100 – 125 g por ración), limitando el consumo de embutidos y carnes grasas a menos de una vez por semana.
“En España se consumen cantidades de productos animales hasta seis veces por encima de las recomendaciones oficiales, tanto a nivel nutricional como a nivel sostenibilidad”, explica con rotundidad Verónica Larco, responsable de comunicación de ProVeg España.
Otro ejemplo lo encontramos en el último documento de conclusiones del Panel Internacional de Expertos en Lípidos (ILEP). En él se recomienda que, de cara a mantener una buena salud cardio-metabólica, la proteína vegetal debería constituir más de la mitad de la proteína total diaria.
Dato interesante en nuestro país, donde las enfermedades cardiovasculares son la causa número uno de muerte a día de hoy. Pero no se trata de la única enfermedad relacionada con la alimentación que nos acecha.
“La problemática reside en el ambiente obesógenico en el que nos encontramos inmersos y que supone un constante bombardeo de estímulos relacionados con la comida, que dificulta en gran medida una elección racional de esos alimentos saludables” señala con preocupación Miguel López Moreno, docente e investigador en la Universidad Francisco de Vitoria (UFV), especializado en proteína vegetal y divulgador científico a través del perfil en redes sociales @nutreconciencia.
Este caldo de cultivo es ideal para que algunas “empresas intenten aprovecharse de la situación de forma deshonesta. En el caso del movimiento veggie, cada vez existen más análogos a productos de origen animal, que, si bien algunos pueden ser interesantes a nivel nutricional, otros muchos contienen un alto contenido en grasas saturadas, azúcares y sal.” añade López.
Opciones de proteína vegetal y comida real
Miles de reclamos publicitarios, nuevos productos, documentales, lineales y secciones de supermercado repletas de palabras que se repiten: “100% vegetal”, “basado en vegetales” y su homólogo en inglés plant-based, que muchos evitan traducir como “basado en plantas” porque suena a todo menos sabroso.
“No debemos olvidar que un alimento sea de origen vegetal no indica que sea más saludable per se”, nos recuerda a modo de Pepito Grillo el profesor López, en la misma línea del artículo que ya publicamos en Gastroactitud hace meses sobre si es (o no) más sano comer vegano.
Y aquí es donde nuestros conocimientos sobre nutrición y alimentación juegan una baza importante: ¿sabemos lo suficiente como para discernir qué es evidencia y qué es un reclamo publicitario? ¿Cuándo pensamos en proteína vegetal, pensamos en alimentos reales?
“Cuando se hablan de los beneficios de los alimentos vegetales, éstos se refieren principalmente a aquellos nada o mínimamente procesados” añade López, es decir, básicamente cereales integrales, legumbres, frutos secos, semillas, frutas y hortalizas.
¿Y entonces por qué cuando pensamos en aumentar la proteína vegetal no nos dirigimos de manera inmediata a la opción tradicional del plato de lentejas, el pisto o las judías verdes con patata, entre otras muchas opciones?
“El sabor natural del producto fresco recién cocinado en muchas ocasiones puede parecer soso a los consumidores, que creen que comer saludable es igual a renunciar a una comida rica, divertida y llena de sabor y color”, se lamenta Dunia Moreno Hita, socia fundadora y responsable de experiencia de cliente, branding, marketing y comunicación de la cadena de restaurantes GreenVita, con 8 locales abiertos hoy en Barcelona provincia.
Moreno asegura que su compromiso con el cliente va más allá del postureo saludable omnipresente, sobre todo en redes sociales: se trata de “ofrecer una oferta gastronómica sin procesados, sin aditivos artificiales y sin azúcares refinados”.
En su carta, por ejemplo, no hay productos sustitutivos de la carne, pero ¿qué hay de malo en estos sustitutivos? Pues nada, siempre y cuando seamos conscientes de que se tratan de alimentos procesados – de mayor o menor calidad nutricional según sus valores que se pueden consultar libremente en sus envases –.
“Estamos orgullosos de los valores nutricionales de Heura”, afirma rotundo Marc Coloma, CEO y cofundador de esta marca, una de las más importantes a nivel internacional de sustitutos vegetales de la carne.
“Somos 100% transparentes con el mensaje que queremos dar y no hay espacio para ambigüedades. Es importante seguir empoderando a las personas con cifras y datos que expliquen la severidad del estado actual de la industria alimentaria y es lo que intentamos por medio de nuestras comunicaciones, campañas y redes sociales” añade Coloma, quien se autodefine también como activista.
La clave, está en nuestro conocimiento que, aunque cada vez mayor, se demuestra insuficiente. Podemos atajar parte de nuestras carencias educativas con avances como NOVA la herramienta de referencia a nivel mundial para clasificar alimentos según su grado de procesamiento, y que usan como parte de su algoritmo apps como Yuka, El Coco o My Real Food.
Poco conocimiento, pero mucha información no curada ni avalada por expertos y disponible sin restricciones. Esto unido a las diferentes formas de presentar unos u otros valores nutricionales en escalas como el Nutriscore y diferencias de objetivos dietéticos personales, no ayuda a saber con seguridad cuando un alimento es o no saludable para nosotros.
“Esta sobreinformación termina generando más desinformación y dando lugar mitos y creencias erróneas alrededor de este patrón dietético” advierte el profesor López.
Las campañas de marketing de productos sustitutivos como Heura suelen ser desafiantes, rotundas y controvertidas. En concreto Heura ha conseguido tener una gran repercusión mediática con afirmaciones desafiantes como que “comer una hamburguesa animal contamina más que un coche”, o la más reciente, en la que desafían públicamente la denuncia de la industria cárnica para evitar que usen la palabra “carne” en sus comunicaciones.
Probablemente estas campañas sean de alguna manera responsables de que muchas de las personas que tratan de llevar una alimentación más saludable y sostenible se vean seducidas por estos mensajes y olviden que la fuente más natural de la proteína vegetal es la propia verdura, los cereales, las legumbres, los frutos secos y las semillas.
La educación como principal solución
Si hay algo que aúna a todos los actores que se relacionan con el auge de la tendencia alimentaria a base de vegetales con los que hemos hablado para este reportaje es su defensa acérrima de la necesidad imperiosa y cada vez más urgente de mejorar la calidad de la educación en materia nutricional.
Tanto desde las instituciones y gobiernos, a través de las escuelas, donde la alimentación y nutrición deberían ser asignaturas obligatorias; como en casa, donde la familia que cohabita (en cualquiera de sus millones de formatos que existen hoy en día) tiene un papel que sigue siendo esencial e insustituible.
“La educación alimentaria deber ser responsabilidad de de todos” dice rotundo Toni Massanés, director de la Fundación Alícia; un centro de investigación en “Alimentación” y “Ciencia” que trabaja con la intención de mejorar nuestra alimentación y preservar además el patrimonio culinario.
“Este conocimiento se transmitía antes de madres a hijas, pero ahora las mujeres trabajan no solo fuera, sino además lejos de casa. Esto unido a una enorme evolución del conocimiento dietético con rigor científico dando lugar a una ciencia todavía joven, en la que aún se desconocen millones de datos, puede llegar a generar una empanada mental difícil de digerir para cualquiera”, concluye Massanés.
Se espera que el sector plant-based alcance la cifra de 480.430 millones de euros a nivel mundial para 2024, según un informe reciente de BIS research, publicado por Global Consultancy AT Kearney. Más nos vale ponernos las pilas con el tema a todos.